22 febrero, 2013

Homo sapiens? sapiens??

En 1735, Lineo publicó su clasificación del reino animal. En esta primera versión de su trabajo, incluyó la especie Homo, junto a los Simia y Bradypus, bajo la clase Anthopomorpha, del grupo Quadrupedia. Sin embargo, versiones posteriores de su clasificación (la misma que pasó de unas breves tablas hasta un volumen de varios cientos de páginas) se distanciaron de este primer intento. Así, en la décima edición (1758) de su ahora llamado Systema Naturae, el Homo nosce te ipsum (que se conoce a sí mismo y que incluye al Sapiens, Americanus, Europaeus, y Asiaticus) aparece en la clase Primates en el grupo Mammalia. Pero, más importante que esto, resulta la forma como se refiere al Homo en su sección primera:


Lo que en una traducción libre podría resumirse de la siguiente manera: Oh gran hombre, eres el porteño de la creación.

En efecto, al parecer Lineo fue objeto de muchas críticas relativas a su primera clasificación que pecaba (pun intended) de poner bajo un mismo techo al hombre y al simio y, además, de agruparlos por su morfología (Anthropomorpha) cuando el ser humano se supone que ha sido creado diferente de los simios y a imagen y semejanza de alguien más.

Resulta interesante contrastar esta imagen del ser humano con la creada simultáneamente por Jonathan Swift, quién presentara a los humanos como los despreciables yahoos en el último de los Travels into Several Remote Nations of the World, in Four Parts. By Lemuel Gulliver, First a Surgeon, and then a Captain of Several Ships,  (primera edición en 1726, edición enmendada en 1735).

Más allá de esto, trescientos años después, el homocentrismo al que concedió Lineo sigue imperante como si la historia no hubiese mostrado que (i) el ser humano es muchas cosas más y distintas de sapiens, y (ii) que eso de sapiens parece ser un atributo cuestionable si al registro histórico y a mucha de la barbarie presente nos atenemos: no hay duda que los seres humanos podemos pensar, lo que no resulta claro es que hagamos uso de dicha facultad con una frecuencia y significación suficiente como para identificarla como EL elemento clave para efectos de la taxonomía.

¿Qué clase de sapiens puede destruir su planeta -en realidad el planeta que comparte con otras formas de vida- y a sus semejantes? Uno que si bien tiene la capacidad de conocerse a sí mismo, también tiene otras cualidades que lo hacen aborrecer de dicho conocimiento y de su posibilidad de razonar. Así, el término sapiens (peor aún cuando se usa dos veces) deja de lado demasiadas cosas como para ser adecuado ya que la facultad de razonar no siempre (por no decir, la mayoría de las veces) se usa; y no necesariamente distingue al humano de otras especies. El homo no sólo tiene la capacidad para pensar, también puede nadar, correr, inventar, volar usando algún invento suyo, significar, formular juicios morales y estéticos, mentir, reir, asesinar, etc. Algunas de estas cosas, también las pueden hacer otros animales y no hay una razón clara (excepto una perspectiva cultural propia de los tiempos de Lineo y del racionalismo occidental hegemónico hasta hace muy poco tiempo) para identificar al homo con el atributo sapiens máxime cuando se ha verificado inteligencia en muchas otras especies (ver capítulo de Nova sobre inteligencia en animales). En realidad, si queremos destacar como específico de lo humano la actividad mental, tal vez quepa más asociarla con la capacidad para construir sentidos (absurdos, imaginarios, fantásticos, realistas, etc.) que con atributos meramente "racionales." Tal vez podríamos considerar como opción: Homo semsun factorem

En agosto de 2011, un periodista australiano solicitó en una carta a Nature (ver carta aquí) repensar la taxonomía. Probablemente la falta de eco a este pedido, no sea sino una evidencia más de lo ocasional o secundario que es el atributo sapíens en esta especie.

16 febrero, 2013

Convertir la educación estatal en educación pública

Uno de los principales aprendizajes que nos debería haber dejado el siglo XX es que estatal no es necesariamente sinónimo de público. Los grandes modelos autoritarios (no sólo los de izquierda) apelaron a la estatización de diversos recursos y empresas en nombre del interés público equiparando lo estatal con lo colectivo, con aquéllo que es de todos y esto simplemente no fue así. Por ejemplo, los regímenes llamados socialistas estatizaron los medios de producción a efectos de "volver la tortilla" y cambiar la explotación del hombre por el hombre por todo lo contrario: la explotación del hombre por el hombre, con la gran diferencia de que en este segundo caso, el hombre explotador estaba escondido detrás de la maquinaria estatal que terminó sirviendo al interés particular de quienes la controlaban.

Lo anterior sólo nos recuerda que lo estatal puede no servir el interés público y que, por el contrario, puede perfectamente terminar tan privatizado o corporativizado como cualquier otra acción que busque servir intereses particulares.

Esta realidad sugiere también que su opuesto (servir el interés público a partir de la acción de agentes no estatales o privados) es posible.  En efecto, la realidad tiene innumerables ejemplos de esta situación. El ejemplo más conocido corresponde a la radio y televisión pública europeas de la época del estado del bienestar, siendo la BBC el ejemplo emblemático. BBC ha operado como una institución financiada por los contribuyentes, pero gestionada por actores civiles independientes de la gestión gubernamental y con claros objetivos públicos (consultar la información clave aquí).

Uno de los problemas centrales de la educación pública radica justamente en la incapacidad gubernamental para gestionar la educación. Salvo muy pocas excepciones, la educación estatal sirve muy precariamente, si acaso, el interés público y, en algunos casos, sólo opera respondiendo al interés corporativo del gremio, o del partido o banda que controla el gremio (como en el penoso caso que México está enfrentando hoy gracias al Pacto por México). En el caso peruano, resulta interesante recordar que la mejor educación pública no es gestionada por el Estado, es financiada con recursos públicos, pero gestionada en convenio por un actor no estatal: Fe y Alegría.

Esta realidad nos sugiere que es necesario repensar el rol estatal en la educación. Probablemente todos coincidamos en que el Estado debe ser, en primerísimo lugar, un garante del derecho a la educación, pero no hay razón para asumir que esto ha de traducirse en gestionar escuelas o en ser el monopsonio de la contratación de maestros. La garantía del derecho supone diversas funciones como las de fijar objetivos y metas nacionales, supervisar el progreso hacia los mismos, canalizar los recursos públicos, definir reglas de juego (un marco legal e institucional) que habiliten a los actores, etc. Algunas de estas funciones son mejor desarrolladas justamente cuando se separan de la gestión a efectos de evitar que el gobierno se termine supervisando a sí mismo. Por lo mismo, es que resulta no sólo posible sino también deseable explorar opciones que limiten la gestión gubernamental de la educación (salvo en las localidades donde no exista otra opción), dando mayores responsabilidades a la propia sociedad civil y sus organizaciones. A fin de cuentas, la educación de los niños es una responsabilidad de los padres y no del famoso "Papá Gobierno" dador de prebendas.

Universidades, empresas, asociaciones civiles, religiosas, comunales, organizaciones no gubernamentales, pueden asumir responsabilidades de gestión sobre las escuelas. De hecho, el descalabro de la educación estatal peruana ya ha llevado a una multiplicidad de iniciativas que representan un espectacular ejercicio de responsabilidad social y de compromiso colectivo con la educación.

Ahora bien, las organizaciones civiles no están exentas de problemas y justamente ahí es donde se torna evidente la tarea gubernamental de supervisar de modo independiente a los actores que gestionan la educación. Las agencias públicas actualmente existentes pueden reconvertirse en agencias que otorguen licencias (renovables mediante procesos de supervisión y evaluación) para gestionar escuelas y contratar maestros; que fije normas que garanticen que las escuelas contraten docentes competentes (y no a familiares o allegados), etc. Este es un camino que resulta más prometedor que tratar de disponer (sin éxito) qué es lo que se supone deben hacer los actores educativos, y es más prometedor, por que puede descansar en una multiplicidad de actores y no en la inoperante maquinaria burocrática. Al mismo tiempo, supone entender que el carácter de utilidad pública de la educación no se limita a lo que el propio Estado gestiona, sino a toda la educación y esto es particularmente importante dado el crecimiento de la oferta privada de servicios educativos.

Mantener una educación estatal deficiente justamente sirve como una forma de incentivar a las familias (como ha venido pasando en la última década) a buscar otras opciones y, lamentablemente, hay una fracción importante de oferta privada de muy mala calidad. Por otra parte, optar por una educación privada supone que las familias tengan que pagar dos veces por el servicio educativo (al Estado a través de los tributos, y al actor privado que le brinda el servicio) lo que no es precisamente muy justo aunque usualmente no se perciba por que se confunde gratuidad en el punto de entrega, con asumir que los servicios públicos son gratuitos (lo que nunca es el caso).

En este contexto, desestatizar la educación es una opción clave para volverla realmente pública.

Aquí empezamos

Hace pocos meses retorné al Perú luego de 11 años de ausencia.

Una de las primeras cosas en las que pensé cuando decidimos (mi familia y yo) volver, era que tras 20 años en el Servicio Público tanto en el Perú como fuera, ahora tenía la posibilidad de opiniar y discutir públicamente y sin legítimas restricciones institucionales, temas que me parecen claves. En ese contexto, nace la idea de abrir este blog.

Mi intención combina: (i) escribir cuando tenga algo que me parezca relevante compartir, no tengo el propósito de llenar este blog de entradas sólo por el prurito de escribir cada semana algo nuevo; (ii) tratar de tener entradas cortas, directas, orientadas a compartir una idea o preocupación, no a abundar en elaboración más académica para la que existen otros espacios; (iii) concentrarme en los temas sobre los que creo puedo decir algo significativo aunque estoy seguro que algunas entradas escaparán de este ámbito; y (iv) fomentar un espíritu de diálogo y de crítica.

Este último punto me parece de capital importancia. La reflexión crítica es un pre-requisito para aprender y mejorar. Sin embargo, la crítica es demasiadas veces percibida (y ciertamente también formulada) como descalificación lo que, en último término, imposibilita el diálogo. En la búsqueda por representar un apego necesariamente crítico a la verdad (de otra forma no es verdad, sino dogma) y  al respeto por la dignidad de todos, recordé a Ghandi, y por ello tomo como encabezado de este sitio su principal aporte al mundo de la filosofía política: Satyagraha.

Espero que quienes me conocen encuentren en este espacio ideas que probablemente hayamos visitado pero que les puedan suscitar algo nuevo. Y para los que no me conocen, sólo decirles que lo que importa es lo que está escrito, no mi personalidad ni mi biografía.

Finalmente, si algo de lo que aparezca publicado acá representa un estímulo para que una sola persona haga algo mejor, me daré por más que satisfecho.