Más allá de lo anterior y lo que esto dice acerca de la importancia relativa que los medios (y sus lectores/oyentes/y televidentes) dan a la educación y cómo ésta está mediatizada por información supuestamente impactante pero inútil, cabe hacerse algunas preguntas de otro tipo: por ejemplo ¿de qué sirve PISA?
El punto de partida obligado para responder esta pregunta es la intención expresa de aquéllos responsables del estudio: según el Secretario General de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), la evidencia que produce PISA ...
(...) goes well beyond statistical benchmarking. By identifying the characteristics of high-performing education systems PISA allows governments and educators to identify effective policies that they can then adapt to their local contexts. [OECD (2013) PISA 2012 Results: What Students Know and Can Do (Volume I), p. 3]
Entonces debemos esperar que PISA sirva para formular políticas efectivas que impacten de modo positivo en los aprendizajes. Por lo mismo, cabe preguntarse ¿qué ha pasado con los aprendizajes en la OCDE desde que se administró la primera ronda de PISA en 2000? ¿cuál es el impacto en los aprendizajes que se ha verificado gracias al esfuerzo desplegado en PISA todos estos años?
PISA 2000-2012: Cambios en el desempeño medio en lectura
(países de la OCDE; promedio de la OCDE; y Perú)
(países de la OCDE; promedio de la OCDE; y Perú)
Claro está que no es posible establecer una relación causal entre participar en PISA y que haya mejoras, o que no las haya, o que haya deterioro. Este mismo razonamiento también invalida la pretensión de que PISA es una herramienta efectiva de política ya que los datos no toman decisiones, ni son suficientes para ello.
Ante esta falta de progreso en los países de la OCDE uno puede preguntarse varias cosas:
- ¿Será que la política no presta atención a la data?
- ¿Será que la data no dice nada útil?
- ¿Será que sí ha funcionado y que sin PISA estarían peor?
Ninguna de estas preguntas tiene una respuesta fácil o directa; sin embargo cabe hacérselas para motivar una reflexión más profunda sobre PISA.
¿Quién y qué gana con PISA?
Un primer elemento que destaca cuando se publica los resultados de PISA es el cacareo mediático al que ya me he referido y que no es, en lo absoluto, privativo del Perú: el 3 de diciembre de 2013 muchas vestiduras fueron desgarradas en muchas latitudes básicamente de la misma manera y con los mismos resultados que en el Perú. ¿Quién gana con ello? La respuesta es simple:
- la OCDE logra, gracias al ruido, posicionar su estudio como (para citar las palabras del Secretario General de la OCDE en el lugar antes mencionado) the world’s premier yardstick for evaluating the quality, equity and efficiency of school systems (lo que, por cierto, PISA no permite).
- la OCDE logra posicionarse a sí misma como la fuente principal de información sobre el desempeño de los sistemas educativos (lo que tampoco es así).
- La OCDE logra posicionar su discurso ideológico sobre la educación y su sentido: la educación importa por razones instrumentales (creación de capital humano, competitividad), etc, no como valor y derecho humano fundamental.
Lo anterior, además, representa un beneficio para el Consorcio de empresas que hacen PISA. Estas consolidan una posición dominante en el mercado, y consolidan una importante fuente de ingresos. De acuerdo a la OCDE, participar en una ronda de PISA cuesta 182 mil Euros por país en overheads (es decir, lo que se destina a la coordinación y operación del Consorcio). Con 65 países participando en PISA, el overhead total de una ronda sería cercano a los 12 millones de Euros o poco más de 16 millones de Dólares Americanos (a esto, por supuesto, hay que agregar los costos de implementación nacional y cualquier "adicional" que el país desee implementar en términos de módulos o de volúmenes de observaciones -los dos últimos si se traducen en mayores costos "internacionales").
En este marco, no hay que ser ingenuo sobre la manera cómo la OCDE se ha posicionado frente a la International Association for the Evaluation of Educational Achievement (IEA), que es la organización que tiene más de cinco décadas desarrollando estudios internacionales sobre desempeño estudiantil en base a un esquema de cooperación (y no de venta de servicios y control centralizado) entre los países participantes. La IEA opera entendiendo que la información es un bien público, el Consorcio PISA tiene un enfoque distinto que se traduce en diversos elementos de los estudios.
Este tipo de consideraciones está a la base de la manera como, por ejemplo, la OCDE maneja el tema de la participación China y del Municipio de Shanghai en PISA donde no parece primar consideraciones técnicas en lo absoluto. Tom Loveless ha llamado claramente la atención sobre estos problemas en dos textos recientes: el más reciente y el previo. Una de las cosas curiosas sobre las que Loveless llama la atención es el tamaño de la población de 15 años en Shanghai (según los datos de PISA). En efecto, en estos informes se consigna que la población de 15 años en Shanghai es aproximadamente 4,7 por ciento del total de dicha Municipalidad cuando el promedio que se observa en los demás territorios participantes en PISA 2012 es 12,9 por ciento (y 11,9 y 12,3 en Hong Kong y Macao respectivamente). Dicho de otra forma: con una población total similar a la de Shanghai, el Perú señala que tiene 580 mil personas de 15 años mientras que las autoridades chinas reportan que Shanghai sólo tiene un quinto de dicha magnitud. A esto se añade el hecho que en Shanghai se excluye a la población "no elegible" (es decir, a los hijos de migrantes), así este valor resulta llamativamente bajo a lo que también debe agregarse que la muestra final representa sólo a tres de cada cuatro personas en este total que luce (¿artificialmente?) reducido.
No pretendo decir que detrás de PISA hay una maniobra maquiavélica o algo que se le parezca. Sólo que, como es lógico, detrás de los números de PISA hay personas con visiones, intereses y juegos de poder (algunos muy legítimos) lo que, finalmente, lleva a algunos a tratar de maximizar su beneficio. Así, ciertamente, hay ganadores claros en PISA aunque esta ganancia poco o nada tenga que ver con mejorar los aprendizajes de las personas. Diversos trabajos de Mary Hamilton destacan varios de los problemas que aquí sólo se esbozan. Del mismo modo, hace unos años la Sociedad Europea de Educación Comparada realizó un evento para poner a "PISA under examination"; la publicación contiene un conjunto amplio de consideraciones que es bueno tener en cuenta para evaluar la pertinencia de un estudio como PISA (en particular, el capítulo de David Scott sobre problemas epistemológicos me resulta de capital importancia).
Toda esta reflexión me permite concluir que es tiempo de desafiar cierto consenso ridículo acerca de PISA y pensar mejor qué, para qué y, consiguientemente, cómo queremos medir aprendizajes. No pretendo sugerir que debemos "matar al mensajero" de las malas noticias, sólo quiero subrayar la necesidad de reflexionar en serio sobre estos temas, especialmente porque tenemos opciones como los estudios de la IEA que se basan en un enfoque asociado al curriculum, y en la colaboración entre pares. Al mismo tiempo, es necesario reflexionar acerca de cómo articulamos la participación peruana en estudios internacionales, con las mediciones que se conducen en el país a efectos de maximizar el potencial beneficio de contar con este tipo de información.